Al Nor Este de Quito, asiéntase el pintoresco pueblecillo del Quinche, en las faldas de la cordillera oriental, en un suave declive que se eleva desde el caudaloso río Guayllabamba hasta los primeros contrafuertes de dicha cordillera.
Entre el verde obscuro de la arboleda de los huertos y el rojo ceniciento de las casas de la aldea, se destaca a la distancia la blanca mole de la torrecilla y fachada del templo.
Desde que la fantástica silueta de dicho edificio es divisada por los peregrinos, hincan estos la rodilla en tierra, y saludan alborozados con armoniosos cánticos y fervorosos rezos a la Imagen encantadora de María.
Cuando por primera vez se penetra en el sagrado recinto, todos experimentan en lo más íntimo de su alma la impresión de lo sobrenatural, y dicen espontáneamente, esta es la casa de Dios y la puerta del cielo.
Luego al recorrer aquellas paredes tapizadas con innumerables cuadros al óleo, donde están pintados los principales milagros obrados por la Virgen Santísima, se puede sentir el perfume del incienso del que están saturados esos antiguos muros, testigos de tantas maravillas y casa de oración donde la Virgen Santísima da audiencia a cuantos imploran sus favores, sentada en trono de gracias y misericordias.